jueves, 20 de septiembre de 2007

Tabula Rasa

Batiendo, batiendo y batiendo hoy la mente se ha espesado.
El experimento va bien: el exterior continua siendo reflejo de lo que somos así que batiendo, batiendo y batiendo mi habitación hoy es una hormigonera de grumos desordenados.
Pero ¿Qué es el orden? La sucesión, la distribución, la configuración de las formas, la visualización de los elementos, la relación espacial con el entorno.
Así pues llamamos desorden a una desarmonía interior provocada por una visión del exterior que al no ajustarse a nuestro plano mental nos perturba.
La mente se alimenta de orden pero la vida física existe gracias a la impermanencia continua de millones de sucesos. Así pues: ¿Cómo se cocina esto?

De primeras y curiosamente (y terriblemente también por que uno puede hacerse mucho daño intentándolo) un problema de la mente no se puede solucionar desde la mente, aunque esto así dicho puede sonar muy extraño.

Imaginemos que somos un taburete con tres patas, una pata física cuya relacion con el entorno se basa en la sensación, una pata emocional cuya relacion con el mundo externo se basa en la emoción y una pata mental cuya relación con el mundo externo se basa en las ideas.

Un problema mental se debe a que la pata de la mente del taburete se ha desarrollado, a modo de nariz de Pinocho, mucho mas que las otras dos y esto provoca un desequilibrio en la estabilidad del taburete muy acentuado.

Cuanto mas uno se esfuerza mentalmente en arreglar este desequilibrio mas sensación de progreso mental experimenta, y así es; más problemas mentales creer solucionar, y así es y mas le parece acercarse a la estabilidad, porque la euforia que provoca el desarrollo mental así se lo presenta, pero esto último así no es.

El equilibrio sólo se consigue desarrollando las patas mas cortas. Lo otro es falsa sensación de equilibrio, falsa porque proviene de una idea-creencia mental de equilibrio, no de la realidad.
Cada problema que tenemos es una ayuda, un indicador, como los pilotitos del cuadro de mando del coche, que nos informa de qué nos falta por desarrollar.

Aunque el exterior es reflejo de lo interno y este caos que se expande como gas por la habitación es fruto de mi desorden mental, la mente no tiene la culpa, tengo que dejarla tranquila.

El desorden se debe además a que mi falta de conciencia física, mi poca relación consciente con el entorno hace que vaya dejando objetos por aquí y por allí sin darme cuenta de en realidad porque lo hago.
Y a mi falta de desarrollo emocional que me hace, según apetencia, saltar de una actividad a otra sin calibrar un plan de acción adecuado para llevar a cabo un objetivo consciente
El no tener un objetivo consciente claro sí que se debe, aparentemente, a una supuesta carencia en el plano mental concreto que me impide llegar a conocer mi objetivo y por lo tanto a desarrollar el consecuente plan para intentar su consecución.

Pero esto es solo apariencia, en realidad la mente concreta no puede ir mas allá de el proceso de datos encaminado a la supuesta complementación lógica de teorias y resolucion de problemas, es como pedirle a una herramienta mucho más de lo que permite su diseño de utilidad.

El objetivo debe provenir del cuerpo físico, buscando la sensación de relación con el espacio mas agradable.
Del cuerpo emocional: experimentando con el entorno hasta encontrar la sensación emocional mas cercana a la paz.
Y del cuerpo mental abstracto, centrándome si quiero, en poderosas ideas abstractas de lo que uno aspira a lograr: paz mental, armonía... cualquier cosa que uno considere realmente importante.

Y de vueltas, lo menos conveniente: luchar o desesperarte contra el caos.
El caos es fruto del desequilibrio interno y del piloto automático de la inconsciencia.

Si te molesta el desorden e intentas quitarlo de la vista metiéndolo en cajas y armarios estarás empaquetando el caos, pero esto, que en principio puede parecer erróneo porque parece que lo único que hace es retrasar aún mas la llegada del orden en realidad no esta mal, porque al empaquetar el caos uno lo aleja, al menos momentáneamente de uno (al menos lo aleja de su vista-influencia directa, que no es poco) y si uno sabe aprovechar ese momento para empezar a centrarse, bienvenido sea, y si uno aprovecha el empaquetamiento y alejamiento para darse cuenta de que en realidad no necesita ni la mitad de los objetos que apartó: mucho mejor, porque eso tiene ganado.

Llegado a este punto queda la intención de arreglar mi espacio cercano en paz.
De limpiar los objetos físicos, las emociones y las ideas que ya no sirven.
He construido encima de esbozos muchos años, mucho tiempo.
Por ensayo y error he pintado el cuadro mil veces sobre el mismo lienzo.
Necesito despejar, nihilizar.

Hacer tabula rasa.
Inventarme un nuevo principio.
Lo necesito de verdad.

Poner a ralentí la mente y abrir bien los ojos a mis sensaciones y a mis emociones y a la relación de estas con el entorno.
En realidad el objetivo de este blog es intentar traer un poco de conciencia a mi agitación diaria.

Quizás el camino ahora sea el silencio real, la observación real, la atención real.
Observar conscientemente el entorno, como quien lo ve todo por primera vez.
Inventarme una tabula rasa de silencio y atención.
Y hasta que consiga la brizna para empezar dejar de escribir unos dias para poder centrarme no en el análisis sino en la observación.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Tras el naufragio

Tras el naufragio llegas a la isla desnudo, hambriento y con frío.
Si buscas alimento, algo para cubrirte y construyes un refugio, lentamente podrás empezar a preocuparte de otras cosas.
Hasta que no se tiene la base firme nada mas alto se puede construir.

A veces el naufrago se obsesiona con esas tres cosas: alimentarse, vestirse y proveerse de un refugio. Es decir cubrir todas las necesidades primeras del cuerpo físico.
También se suele preocupar posteriormente del sexo y del poder social.
La escala la rigen los chackras.
El primero conecta al hombre en la tierra, es el de la supervivencia, el segundo cerca de los genitales: el sexual, el tercero en la barriga: el del poder.
Chackras hay siete: el cuarto el del corazón, el quinto el de la garganta y la comunicación, el sexto el del entrecejo o conexión horizontal mental concreta y el séptimo conecta el hombre con el cielo, es el de la conexión vertical abstracta.

El naufrago que ha cubierto sus necesidades puede, sólo entonces, poder ayudar a otros.
Frecuentemente los naufragos, por mezcla de soledad y buena voluntad intentan ayudar al prójimo antes de tener todas sus necesidades cubiertas y acaban no solo peleándose por el alimento, el espacio de la casa o un trozo de manta sino también por retrasar su propia evolución ya que cuando uno comparte sin estar lleno comparte sus carencias, no su libertad.
Y aquello que aleja de la libertad suele alejar de la evolución si uno no esta de acuerdo con su esclavitud.
Ahora, si uno esta de acuerdo, en paz, con su condición de esclavo, automáticamente deja de serlo.
Porque la esclavitud no tiene que ver con un yugo o una obligación sino con hacer algo que uno no quiere, algo que uno no desea, algo que uno no siente.
Se puede ser esclavo de un enorme imperio o libre de un hatillo.
Pero también al revés.
Todo es cuestión de no aplicar en el mundo aquello que no vemos.
Como decía ayer el Buda: No hacer lo que no comprendemos.

martes, 18 de septiembre de 2007

El viento y el cielo

La mente se alimenta de orden.
Como cualquier máquina compleja.
Y cada persona, y cada mente, es diferente.
El buda decía "No hagas lo que no comprendes"

Uno siempre es un canal, un medio.
Todo lo que uno hace por hacer, inconscientemente, lo hace como una marioneta movida por el viento.
Todo lo que uno hace con conocimiento lo hace como un canal que intenta llevar a la tierra la armonía del cielo.

Podemos estar regidos por el viento o por el cielo.
El cielo es un timón, el viento la veleta.
El cielo sabe.
El cielo conduce, el viento lleva.
El cielo dirige, el viento se deja llevar.
El cielo induce, el viento arrastra.

El cielo es el cuerpo mental abstracto, el viento el cuerpo emocional.

La mente es hija del cuerpo mental concreto.

Y etiquetando aún mas ya que tengo la maquinita en las manos, como un reponedor de supermercado y ahora estoy pariendo precios:
El apego es el miedo.
El dolor tensión, angustia, bloqueo.
El dolor es un indicador de que algo esta yendo mal.
Si uno avanza por un camino de pinchos, en vez de aullar y sangrar o quejarse en el bar debería buscar otro camino, quizás.

El hombre sólo cultiva aquello que practica.
Y el miedo nos roba oportunidades para practicar.

El miedo no es el enemigo, porque repito, no se trata de luchar.
El miedo es un aviso de peligro. Si es de un peligro real, gracias por avisar.
Si es de un peligro ficticio, juguemos a analizar.
Y si el miedo nos protege de nuestra imagen, de nuestra importancia personal: entonces propongo cagarse en la imagen, en la importancia y en el mismo miedo, para escarpar de la cárcel de la imagen que es la cárcel del modelo. Esto claro está, sólo si uno esta preparado para ello.

Sin miedo y sin defenderse uno puede empezar a mirar al cielo.
Porque por fín tiene tiempo.
Y decidir si utiliza el impulso del aire o lo deja pasar.
Aprender a guiarse por las estrellas y utilizar el poder del viento, pero sin dejarse arrastrar.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Liberarse de la obligación de mejorar

A veces pregunto: ¿Cómo podré hacerlo?, ¿Cómo podré hacerlo?
Y me respondo: Es fácil, dejando de luchar.
Pero luego me olvido, quizás porque entro en el tren del miedo, de la prisa, o del deseo. O porque pongo el piloto automático.
O porque me defiendo.

Hacerlo fácil es el único modo que veo de hacerlo real.
Lo otro es perpetuar el mundo de las ideas y reaccionar.

Dejar de buscar. Dejar de buscarlo todo.
Primero de todo dejar de buscar la felicidad.
Y abandonarse al placer de mirar.

Olvidarse de uno para empezar a quererse, de verdad.
Olvidarse de todos para empezar a quererlos, de verdad.

Liberarse de la obligación de buscar. Liberarse de la obligación de juzgar.

Aprender a ser libre es aprender a estar vivo.
Libertad y vida van unidas, y si no es así se sufre.

Dar libertad al otro es darle la vida al otro.
Darse libertad uno es darse la vida uno.

Esto que digo lo sé. Y esto que digo lo olvido.
¿Y esto por qué?
Posiblemente porque mi mente concreta juega con estas ideas pero ni mi cuerpo, ni mi emoción ni mi mente abstracta han conectado aún con la vibración de esa mirada límpia que se refresca a cada instante.