lunes, 3 de septiembre de 2007

Todo son herramientas para aprender a aceptar

Todo lo que ocurre, al final, ha de aceptarse, es el único camino real.
Puede aceptarse de buena gana, o con resignación, pero aceptarse en definitiva porque mira tu si no es una tontería luchar contra el cosmos que, haya deidad o no, no deja de ser padre de todo lo que ocurre y a la vez el escenario donde ocurre todo.
Un barco no puede luchar contra el mar a menos que en el fondo desee hundirse e irse al fondo. Actuar contra el cosmos es actuar como niños que van en contra de la naturaleza del tiempo.
Pero eso sí, para aprender a aceptarlo, todo, de buena gana, hay que aprender a aceptarlo de verdad, a todos los niveles: en el cuerpo, en el ánimo y en la mente.
Principalmente a nivel de sensación y de emoción, no sólo como una pobre idea engañada por nuestro cerebro.

Y es que se trata de aceptarlo todo. Y todo es mucho.
La cosa no es fácil, a veces hace falta una vida entera de quejas, de errores, de infelicidad… , a veces más... pero eso es lo de menos, lo de más es que hay que ser capaz de atravesar las fases se tarde lo que se tarde, para eso: para atravesarlas, para dejarlas atrás. Evitándolas no se avanza.

Lo que conocemos por tiempo, por ahora, es sólo la distancia entre una fase y otra.
En realidad todo: las quejas, el miedo y el sufrimiento, son sólo herramientas para que uno se de cuenta.
Todas ellas se alimentan de reacción. Si no luchas contra ellas se muestran poco a poco tal como son y en vez de terribles enemigos invisibles y abstractos aparecen como torpes modelos concretos, imposturas, disfraces de nosotros, trajes grotescos del ego que al final por falta de riego se secan y mueren.
Cuando uno deja atrás una fase es cuando uno se da cuenta de que eso ya no le sirve y se atreve a soltarla, sólo entonces, como muletas, caen por si solas.
Así que si uno gusta de quejarse, de remugar, que criticar, que lo haga, todo lo que le venga en gana, hasta que le salga espuma por la boca, hasta que se aburra de si mismo tanto tanto tanto que pueda empezar después ya a darse el permiso para empezar a ser otro.

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