miércoles, 12 de septiembre de 2007

Las manos de mi abuelo

El placer de escribir es algo desconocido.
La maravilla de vaciarse sin mas objetivo que quedarse desnudo por dentro.
Los placeres son siempre desconocidos porque en la cuna que moldean, "imitaide" de seno materno, no admiten comparación, no son objeto de mesura, ni de reflexión, de estudio ni de comparación.
El placer del cerebro aturdido. Domesticado, apaciguado de tanto zarandeo.
Ese extraño entumecimiendo cuando contemplaba las manos de mi abuelo haciendo o deshaciendo nudos, esa sensacion hipnotica sin tiempo se busca en el placer.


(foto de las manos de mi abuelo)

También recuerdo un plano fijo de siete minutos de una pelicula francesa de nombre "La escapada" donde a tiempo real un hierrajo agujereaba con dificultad el piso de la prisión.
Toda una imagen de meditación zen.

Recuerdo además la película documental "Un instante en la vida ajena" sobre la hija de doctor andreu, el de las pastillas, y su afición obsesiva por filmar. La peli me aburrió y me parecio insulsa aunque la propuesta a priori resultaba deliciosa, pero quizás así como uno se entretiene de lo lindo viendo a gente que no conoce haciendo faena como pasa en "En construccion" no es tan divertido ni de lejos ver a gente que no conocemos pasandoselo bien. No es envidia lo que provoca sino puro aburrimiendo, como si al trabajar, como practica de atención, uno se inmiscuyera en la vida y al divertirse no realmente sino sólo como huida de uno mismo uno se aburriera de su propio personaje.
O quizás no. Las palabras, hijas de la lógica, son arañitas muy tramposas y uno no tiene que hacerle demasiado caso a ellas ni a sus madres: las ideas.

1 comentario:

Bettie dijo...

¿Sabes? Justamente hace poco me puse a pensar en el tiempo que hacía que no me sentía así, aturdida, absorvida por algo...

A mí me pasaba lo mismo con las manos de mi padre...